Día de los Santos: Explicación e historia sobre la celebración de la iglesia católica
Los orígenes de esta celebración se remontan a los primeros cristianos que empezaron a venerar a los mártires, los hombres y mujeres que dieron su vida por Cristo.
Yolanda García
La iglesia se regocija en esta Solemnidad de todos los santos el 1ro de noviembre, lo cual refleja aquella visión de San Juan en el apocalipsis (7,9-14) en donde una gran multitud vestida con blancas vestiduras alaban en el cielo al cordero, es decir al Señor. Por ello la iglesia se alegra por aquellos de sus miembros que ya han obtenido la corona de la que habla San Pablo.
Esta fiesta nos recuerda nuestra meta, que es la santidad, dicho de otra manera, nos recuerda que nuestra meta ¡es el cielo! Nos recuerda el sentido por el cual hemos sido creados, y esto es: la eternidad feliz junto a Dios y junto a todos aquellos que ya entraron triunfantes. Esta Solemnidad nos ayuda a levantar el corazón hacia el Señor, como decimos en el prefacio de la misa y reconocer que si ellos pudieron nosotros también podemos, esta celebración nos da fuerzas y nos anima también a nosotros a la santidad y a buscar el cielo.
Teología 'Creemos en la comunión de los santos'
Es importante aclarar que hay muchos santos que no han sido canonizados[1] y que ya están en el cielo y desde allí interceden por nosotros, son muchos más los que ya están con el Señor y que no conocemos, desde Abel hasta el último fiel que ha muerto en amistad con Dios, hay muchos hermanos nuestros que han vivido en ésta tierra agradando a Dios, han vivido como verdaderos hijos de Dios y han cumplido su misión en esta vida, por eso ahora gozan del banquete del Señor, ya que Él en diferentes momentos y parábolas lo dijo: “pasa al banquete de tu Señor” refiriéndose a aquellos que cumplieron su voluntad.
En el credo decimos que “creemos en la comunión de los santos” y esto significa la común-unión entre todos los miembros de la iglesia, la iglesia triunfante, la iglesia peregrina o terrena y la iglesia purgante[2]. Por ende nosotros creemos que estamos unidos con nuestros hermanos del cielo –todos los santos- y es por esta razón que pedimos su intercesión, es por ello que en esta fiesta litúrgica recordamos que tenemos poderosos intercesores en el cielo que nos ayudan en nuestro caminar de la vida terrena.
[1] La canonización es un proceso que la iglesia realiza para comprobar que el alma de uno de sus hijos ya goza de la presencia del Señor y uno de sus pruebas es a través de los milagros, ya que si una persona ya está con el Señor, entonces puede interceder ante el por sus hermanos de la iglesia peregrina o terrena, y si esa intercesión logra un milagro.
[2] Que son nuestros hermanos difuntos que están en el purgatorio purificándose para poder entrar en el cielo.
Los orígenes Historia de la fiesta
Los orígenes de esta celebración se remontan a los primeros cristianos que empezaron a venerar a los mártires, aquellos hombres y mujeres que dieron su vida por Cristo y lo hacían precisamente celebrando la eucaristía el día de su martirio y se reunían en el lugar donde se encontraba su tumba.
Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo sin llegar al derramamiento de sangre que son llamados “confesores” porque confesaron su fe públicamente, aun en riesgo de muerte. Luego se fueron añadiendo a este listado las personas que llevando una vida muy virtuosa murieron con fama de santidad, por ejemplo San Antonio Abad y San Hilarión.
El Papa Bonifacio IV inició formalmente lo que más tarde se conocería como el Día de Todos los Santos el 13 de mayo en el año 609, cuando dedicó el Panteón de Roma como iglesia en honor a la Virgen María y a todos los mártires. Así permanecería por muchos años, hasta que el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la celebración al primer día del mes de noviembre. Es muy probable que la decisión del Papa Gregorio haya respondido al deseo de contrarrestar la fiesta pagana del año nuevo celta, que se celebraba la noche del 31 de octubre.
El llamado a la Santidad También es nuestro día
También es nuestro día, en cuanto que todos estamos llamados a la Santidad, y en cuanto que desde el bautismo todos somos santos en potencia. ¿Y cómo llegamos a la santidad? El Papa Benedicto XVI en una de sus audiencias generales nos da la respuesta de manera sencilla:
…Lo esencial es nunca dejar pasar un domingo sin un encuentro con Cristo resucitado en la Eucaristía; esto no es una carga añadida, sino que es luz para toda la semana. No comenzar y no terminar nunca un día sin al menos un breve contacto con Dios. Y, en el camino de nuestra vida, seguir las «señales de tráfico» que Dios nos ha comunicado en el Decálogo leído con Cristo, que simplemente explicita qué es la caridad en determinadas situaciones. Me parece que esta es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al inicio y al final de la jornada; seguir, en las decisiones, las «señales de tráfico» que Dios nos ha comunicado, que son sólo formas de caridad. «Por eso, el amor a Dios y al prójimo es el sello del verdadero discípulo de Cristo» (LG, 42). Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos…
¡Feliz día de todos los santos para todos!
Escrito exclusivo para TEGNA por parte del Sacerdote Wuylmer Dávila.